MUTATIS MUTANDIS

Entre el 17 de agosto y el 7 de octubre de 2017, en la cámara de comercio de Chapinero en Bogotá, estuvo expuesta «hijo de Dios» del artista Carlos Castro Arias como parte de la curaduría de Juan Mejía «Mutatis Mutandis«.

 
«En el principio fue la oscuridad, el verbo, el caos y todas esas cosas. Luego, en su orden, la eternidad, la dialéctica hegeliana, el eterno retorno y la física cuántica. Esa es la historia que, a su vez y a su modo, va también cambiando.
Las detalladas investigaciones realizadas en los ricos yacimientos de fósiles de Burgess Shale en Canadá y Chengjiang en China muestran que la biodiversidad marina alcanzó los niveles modernos desde hace más de 540 millones de años, hacia finales del supereón Precámbrico. Esto contra-dice la antigua idea de un «árbol de la evolución» que empezaba con unas pocas formas de vida que se iban diversificando gradualmente en términos de especies y número hasta llegar a los días actuales, idea defendida por el biólogo alemán Ernst Haeckel (1814-1919), que no refleja exactamente la realidad. (Parker)

 
Mutatis mutandis es una expresión latina que significa «cambiando lo que haya que cambiar», y se dice cuando uno usa un ejemplo, un precedente, para establecer una analogía o una metáfora con algo que puede ser en esencia lo mismo que aquello que ilustra, pero donde han de sustituirse los detalles o las formas. Además de la sonoridad de la expresión, nos interesa el sentido potencial de cambio y transformación que sugiere. Estos son conceptos que atraviesan el conjunto de propuestas en nuestra exposición. ¿Qué sería esa esencia, acaso, si no es la misma posibilidad de sustitución, la misma facultad del cambio?

 
La evolución es cambio, pero no cualquier cambio. Es una transformación gradual, progresiva y, diríamos, natural, en oposición a una de carácter abrupto o violento. En este caso hablaríamos de revolución. Fuck the revolution, decía una camiseta, bring on the apocalypse! (y tenía una calavera con pelo largo y boina en vez del Che Guevara).

 
Evolucionan los Estados, las circunstancias, las ideas, además de las especies. Evolucionan los grupos musicales y los pokemones. La acción de evolucionar está vinculada a los cambios de estado y a un despliegue o desenvolvimiento, y su resultado es un nuevo aspecto del elemento en cuestión.

 
De la variación y adaptación depende la supervivencia; si las circunstancias van cambiando, es apenas natural. Los primeros evolucionistas (Lamarck & Cía.) afirmaban que el motor del cambio de las especies era el deseo de cambio (Besoin), lo cual le confiere al proceso una dimensión estética inconmensurable. Darwin, en cambio, se lo atribuyó a los procesos de adaptación y selección natural, que encontraron sustento en las investigaciones de Mendel sobre la genética y las mutaciones a nivel cromosómico, aunque mucho más adelante.» [1]

 
 
[1]Fragmento del texto curatorial.